Como escritor, Rebeca de Daphne Du Maurier es un excelente ejemplo del poder del narrador protagonista para construir una atmósfera de intriga y tensión emocional. La narradora, una joven sin nombre, te guía a través de su experiencia personal, desde su encuentro con Maxim de Winter hasta su llegada a la enigmática mansión de Manderley. Al contarte la historia desde su perspectiva subjetiva y emocionalmente cargada, te sumerges en su vulnerabilidad, inseguridades y el misterio que rodea a su predecesora, Rebeca.
Una de las principales virtudes del narrador protagonista en Rebeca es la construcción del suspenso a través de la información parcial y sesgada que la narradora ofrece. Esto no solo te mantiene en la incertidumbre, sino que crea un vínculo íntimo entre tú y la protagonista, compartiendo su confusión y ansiedad mientras desentrañas los secretos de Manderley junto a ella.
En resumen, Rebeca es un ejemplo fascinante de cómo el narrador protagonista puede moldear la percepción de la trama y los personajes, creando una experiencia rica en emociones y sorpresas que te mantiene en vilo hasta el final.